17 enero 2025
Siguiendo la cadena de suministro invisible de Shein
- Greenwashing
La industria de la moda rápida explota el patrimonio cultural de las comunidades. ¿Cómo podemos actuar para proteger y preservar sus ricas tradiciones?
¿Te interesan los estampados, las piezas hechas a mano o la ropa étnica? Si es así, ¿te has preguntado alguna vez por las historias que hay detrás de estas creaciones únicas? Si estas marcas son éticas y valoran de verdad a sus artesanos y la artesanía, se aseguran de que el mérito y la compensación económica se den como es debido. Por desgracia, muchas marcas de moda rápida explotan este saber hacer sin reconocer a los creadores.
En COSH! apoyamos las marcas sostenibles que no sólo protegen el medio ambiente, sino que también preservan su patrimonio cultural. Este artículo explorará cómo estas marcas que abrazan sus raíces culturales también se adhieren a los principios de la moda lenta. Nuestros empresarios eco-responsables también compartirán su enfoque ético a la hora de incorporar habilidades tradicionales.
Tanto para los consumidores como para los aspirantes a empresarios, ofrecemos valiosos consejos:
La moda se inspira en diversas fuentes, como el arte, la literatura, la música y las tradiciones culturales. Todos estos elementos forman lo que llamamos patrimonio cultural.
Según la Universidad Centroeuropeael patrimonio cultural abarca los aspectos tangibles del legado de un grupo o sociedad, como los artefactos culturales y los atributos intangibles transmitidos desde el pasado. Patrimonio para la Paz lo define además como la expresión de los estilos de vida desarrollados por una comunidad, incluidas costumbres, prácticas, lugares, objetos, expresiones artísticas y valores, transmitidos de una generación a otra.
Por lo tanto, el patrimonio cultural está íntimamente ligado a las comunidades y a las personas que generan este conocimiento. Desgraciadamente, la industria de la moda rompe a menudo este vínculo y explota estos valiosos conocimientos sin el debido reconocimiento. Esta explotación hace invisibles a los colaboradores humanos y sus preocupaciones, a pesar de que puedan enfrentarse a peligros debidos a la ubicación geográfica, la situación económica, la raza y otras circunstancias.
La industria de la moda tiene un preocupante historial de apropiación de conocimientos artesanales sin reconocer ni honrar a las comunidades que originaron estas creaciones. Por ejemplo, es posible encontrar accesorios con diseños estereotipados de nativos americanos, estampados mexicanos, saris de la India y estampados malienses muy utilizados en las colecciones de moda de verano. Lamentablemente, estos estampados y técnicas artesanales suelen devaluarse y explotarse, ya sea vendiéndose a precios rebajados durante las rebajas de verano o con un sobreprecio desproporcionado por parte de las marcas de lujo.
En un caso reciente, México emprendió acciones legales contra Zara y Patowl por incorporar a sus colecciones elementos del patrimonio cultural de los pueblos indígenas. Alejandra Frausto, Secretaria de Cultura de México, subrayó que “se trata de un principio de consideración ética que, local y globalmente nos obliga a llamar la atención y debatir sobre la protección de los derechos de los pueblos indígenas históricamente invisibilizados”.
La situación con la marca Zara de Inditex y Patowl y otras marcas de moda como Isabel Marant, Mango y Carolina Herrera pone de relieve un preocupante patrón de apropiación cultural y explotación en la industria de la moda. Estas marcas han estado utilizando elementos, como estampados tradicionales para camisetas o vestidos, del patrimonio cultural de las comunidades indígenas. Desde el municipio de Oaxaca hasta el de San Juan, los pueblos mixteco y zapoteco del San Antonino Castillo Velasco no recibieron el debido crédito o reconocimiento por el origen de estos diseños.
Como señaló la Ministra de Cultura, se ha hecho caso omiso de la ética y se han pasado por alto los derechos y las luchas de estas comunidades vulnerables. Es un ejemplo flagrante de cómo la industria de la moda puede beneficiarse del trabajo de grupos marginados e indígenas sin afrontar consecuencias significativas.
En el mundo de la moda, asistimos a menudo a una tendencia preocupante en la que el patrimonio cultural o la apropiación cultural fluyen predominantemente en una dirección: del Norte global al Sur global. En esta dinámica, las empresas del Norte se apropian de los conocimientos y la experiencia tradicionales de las comunidades del Sur, mecanizan o industrializan sus creaciones y luego las venden a precios bajos o a valores desproporcionadamente altos.
Lo que antes era un hábil oficio realizado a mano se sustituye ahora por una rápida producción a máquina, lo que dificulta a los artesanos competir en este mercado. En consecuencia, estas comunidades se enfrentan a una doble pérdida: no sólo se ven privadas de la justa compensación que merecen por su duro trabajo, sino que su situación general tampoco mejora. En cambio, los beneficios generados por su patrimonio cultural van a parar predominantemente a las grandes empresas, lo que agrava aún más el desequilibrio.
Un enfoque ético implicaría devolver estos beneficios a los colectivos de artesanos y proporcionarles salarios justos por sus contribuciones, ya sea por el diseño original o por el trabajo artesanal. Por desgracia, muchas marcas de moda rápida descuidan esta responsabilidad y no compensan adecuadamente a estas comunidades por sus aportaciones culturales.
Louis Vuitton, que ofreció un keffiyeh de 750 dólares como emblema de la lucha palestina, al tiempo que afirmaba mantenerse “neutral” ante la colonización israelí. Lo mismo ocurre con Etro, que recientemente utilizó la estética de los nativos americanos navajos para su colección. Como hemos visto antes, las grandes empresas a menudo se apropian de objetos, tradiciones, música y arte para sacar provecho de estas comunidades, al tiempo que hacen caso omiso de sus respectivas problemáticas.
En la industria de la moda, la visibilidad está muy sesgada, ya que las marcas de lujo y de moda rápida realizan campañas de marketing masivas que eclipsan los esfuerzos de los artesanos y las pequeñas marcas que tratan de mostrar las tradiciones culturales. Es esencial cultivar verdaderas colaboraciones con artesanos y diseñadores de estos países para establecer un enfoque ético, dándoles el debido reconocimiento y protagonismo.
Una auténtica colaboración implica mostrar el trabajo de los artesanos y garantizar que se les reconoce y compensa adecuadamente con buenas condiciones laborales y salarios justos. Lamentablemente, las marcas de lujo y de moda rápida a menudo no ponen de relieve los retos a los que se enfrentan estas comunidades y, en su lugar, se apropian de sus símbolos culturales con fines lucrativos, haciendo caso omiso de sus verdaderas preocupaciones.
Además, las marcas de moda pueden explotar a estas comunidades precisamente porque no son ampliamente reconocidas y se enfrentan a una vulnerabilidad económica. La situación empeora a medida que estas comunidades pasan desapercibidas y son económicamente frágiles. Este fenómeno se asemeja a lo que la comunidad negra de Estados Unidos expresa con el dicho: They want our rhythm, but not our blues.”
Incorporar la artesanía o los conocimientos tradicionales a sus diseños como diseñador o marca representa un enfoque de moda lenta.
Las marcas que apuestan por la artesanía tradicional son conocidas por ofrecer piezas únicas hechas a mano. La moda lenta se basa en un enfoque local, que da prioridad a los materiales del comercio justo y a los tejidos de alta calidad.
Cuando compras en estas marcas, puedes esperar una calidad de primera porque el diseño, los materiales y los procesos de fabricación los llevan a cabo meticulosamente artesanos locales cualificados que conocen a fondo las herramientas y técnicas implicadas.
Las piezas artesanales de la moda lenta trascienden las tendencias estacionales; son atemporales y excepcionalmente duraderas gracias a la cuidadosa selección de los materiales. La moda rápida da prioridad a los materiales de bajo coste para obtener una mayor rentabilidad, mientras que la moda lenta se centra en la calidad duradera. La intención es ofrecerte artículos que resistan la prueba del tiempo, desalentando la cultura del consumo frecuente y el despilfarro.
La moda rápida explota mucho a su mano de obra, imponiéndole largas jornadas, malas condiciones de trabajo y salarios bajos. En cambio, los diseñadores o fundadores de marcas que incorporan su patrimonio cultural a su trabajo suelen tener una relación más íntima con su comunidad y sus artesanos. Dan prioridad a proporcionar salarios justos y condiciones de trabajo decentes, fomentando un ambiente de colaboración y aprecio que valora la artesanía de estos artesanos.
A diferencia de la moda rápida, estas marcas muestran las historias y prácticas de los artesanos, dándoles un rostro y un nombre en el proceso. Este enfoque permite a los artesanos vivir de su arte.
También se anima a los empresarios de la moda lenta a producir sus artículos localmente. Al hacerlo, apoyan las economías locales al tiempo que promueven la sostenibilidad y las prácticas de producción responsables.
En el movimiento de la moda lenta, la cadena de producción es intencionadamente transparente, lo que reconfigura la jerarquía tradicional entre creadores, consumidores y productores. Esta transparencia fomenta una conexión más profunda entre todas las partes implicadas y reduce la intermediación innecesaria. Como resultado, los consumidores aprecian más el valor cultural y material de los productos que compran.
El compromiso compartido de todas las partes interesadas es claro: crear un impacto positivo en el medio ambiente y la sociedad en su conjunto.
Las marcas de moda rápida producen diariamente un número abrumador de prendas de vestir. SHEIN crea más de 8000 prendas al día. Esta producción masiva tiene un impacto medioambiental desastroso, sobre todo cuando muchas de estas prendas se fabrican con materiales como el poliéster y se desechan, acabando en ecosistemas delicados. Muchos de estos artículos de moda rápida y baja calidad se desechan rápidamente, recorren enormes distancias desde las cajas de donaciones en Europa hasta países del Sur Global como Ghana o Uganda.
En cambio, las marcas que colaboran lentamente con los artesanos no pueden producir cantidades tan enormes debido a la naturaleza de la artesanía, en la que cada pieza se elabora meticulosamente a mano. Este respeto por el ritmo de los artesanos es una ventaja significativa para el medio ambiente, ya que minimiza la sobreproducción derrochadora y reduce la presión sobre los recursos.
Promueves activamente prácticas de producción lenta y sostenible apoyando a una pequeña marca del movimiento slow fashion.
En los últimos años, el interés de los consumidores por el proceso de producción de su ropa ha crecido considerablemente. Según McKinsey“el 67% de los consumidores considera que el uso de materiales sostenibles es un factor importante en sus decisiones de compra, y el 63% valora las marcas que promueven la sostenibilidad”. En consecuencia, muchas marcas se etiquetan rápidamente como ecorresponsables o circulares para atraer a estos consumidores concienciados.
Sin embargo, es crucial estar alerta, ya que algunas marcas pueden explotar los conocimientos tradicionales y, al mismo tiempo, afirmar que sacan a las mujeres de la pobreza o sugerir que los artesanos se empobrecerían sin su intervención. Esta práctica plantea problemas éticos y pone de relieve la importancia de verificar la autenticidad de las alegaciones de sostenibilidad de las marcas.
Aunque muchos artesanos de los países en desarrollo se enfrentan a menudo a la pobreza, no está justificado que los creadores o las marcas exploten sus conocimientos a cambio de una escasa compensación. En cambio, la marca disfruta de sustanciosos beneficios y ventajas de marketing gracias al aspecto social percibido. Las marcas con poder económico y visibilidad suelen aprovecharse de la relación desequilibrada, utilizando su privilegio aunque sean conscientes de la disparidad. Pueden intentar apaciguar su sentimiento de culpa haciendo pequeñas donaciones a ONG. Por desgracia, estas prácticas son habituales en la industria de la moda, conocidas como lavado social y salvajismo blanco.
El lavado social es una táctica utilizada por las empresas para desviar la atención de los consumidores de los efectos nocivos que pueden tener. Salvajismo blancoo “complejo del salvador blanco”, es una ideología en la que una persona blanca asume una posición de superioridad para “salvar” a una comunidad o individuo BIPOC (negro, indígena o persona de color). Estas técnicas están diseñadas para atraer a los consumidores conscientes.
En realidad, las marcas suelen enriquecerse a costa de los artesanos, que apenas pueden sobrevivir. La marca se aprovecha del saber hacer de los artesanos y utiliza materiales de alta calidad pagando salarios bajos, lo que redunda en mayores beneficios para la empresa. En lugar de colaborar con los artesanos y apoyar a las comunidades locales, la marca dicta la mayoría de los aspectos, incluidos los salarios.
Si se aspira a crear una marca basada en el saber hacer tradicional sin ninguna conexión existente con esa comunidad, es crucial investigar a fondo lo que ya existe localmente.
La plataforma COSH! está llena de marcas y boutiques que apoyan a las comunidades, su patrimonio y su entorno. Descubre a estos emprendedores y sus piezas atemporales y únicas.
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