La Última llamada a la accion

Recién publi­ca­do: El últi­mo Infor­me de Sín­te­sis del IPCC lan­za una últi­ma adver­ten­cia. El tér­mino ​“calen­ta­mien­to glo­bal” se que­da cor­to. Nues­tro pla­ne­ta se está sobre­ca­len­tan­do a un rit­mo más ace­le­ra­do del que pode­mos adap­tar­nos. Los gobier­nos no pue­den retra­sar­lo ni miti­gar­lo por más tiem­po sin arries­gar un futu­ro habi­ta­ble para todos. ¿La bue­na noti­cia? Tene­mos una guía, las herra­mien­tas y los recur­sos para evi­tar una catás­tro­fe inmi­nen­te.

Duran­te los últi­mos 30 años, el Gru­po Inter­gu­ber­na­men­tal de Exper­tos sobre el Cam­bio Cli­má­ti­co (IPCC) no ha para­do de publi­car infor­mes alar­man­tes sobre el esta­do del pla­ne­ta. Mien­tras tan­to, la opor­tu­ni­dad de evi­tar un aumen­to del calen­ta­mien­to glo­bal se está redu­cien­do rápi­da­men­te, así que ¿cuán­do des­per­ta­rán nues­tros gobiernos?

Las catástrofes naturales ya no son una excepción.

El año pasa­do supu­so un pun­to de infle­xión en el ámbi­to de las catás­tro­fes natu­ra­les. Pue­blos ente­ros de Ban­gla­desh, Pakis­tán o Cali­for­nia fue­ron arra­sa­dos por llu­vias torren­cia­les e inun­da­cio­nes. Los incen­dios fores­ta­les arra­sa­ron millo­nes de hec­tá­reas y hoga­res en Gre­cia y Espa­ña. Las sequías están pro­vo­can­do una esca­sez de agua que pone en peli­gro la vida, y las cose­chas se des­plo­man en el Cuerno de Áfri­ca, Ita­lia y Esta­dos Uni­dos.

Ita­lia se enfren­ta a su peor sequía en 70 años, con sus lagos y ríos en nive­les míni­mos his­tó­ri­cos. Mien­tras tan­to, millo­nes de per­so­nas huyen de la deser­ti­za­ción del Cuerno de Áfri­ca. Por pri­me­ra vez en la his­to­ria, los Alpes se que­da­ron sin nie­ve en ple­na tem­po­ra­da de esquí. El cli­ma está cam­bian­do a un rit­mo sin pre­ce­den­tes.

Justicia climática.

Cien­tos de cien­tí­fi­cos de todo el mun­do han cola­bo­ra­do duran­te los últi­mos ocho años en la ela­bo­ra­ción de lo que debe­ría ser la Biblia de todos los gobier­nos si que­re­mos evi­tar una catás­tro­fe a gran esca­la. Sin embar­go, a menos que la comu­ni­dad guber­na­men­tal mun­dial no pon­ga en mar­cha colec­ti­va­men­te una des­car­bo­ni­za­ción inme­dia­ta y radi­cal de todos los sec­to­res en esta déca­da, el siguien­te infor­me de 2030 se enfren­ta­rá a una reali­dad pos­te­rior a los 1,5 gra­dos.

Los des­pla­za­dos inter­nos ya están en pri­me­ra línea del cam­bio cli­má­ti­co. Sólo Áfri­ca aco­ge a más de un ter­cio de los des­pla­za­dos for­zo­sos del mun­do. Quie­nes viven en zonas cli­má­ti­cas crí­ti­cas, don­de las con­di­cio­nes de vida son cada vez más hos­ti­les debi­do al calen­ta­mien­to glo­bal, care­cen de fon­dos y recur­sos para adap­tar­se. La des­es­ta­bi­li­za­ción cli­má­ti­ca actúa como mul­ti­pli­ca­dor, exa­cer­ban­do las ten­sio­nes y los con­flic­tos en los que tan­to huma­nos como ani­ma­les luchan por sobre­vi­vir. ​“La jus­ti­cia cli­má­ti­ca es cru­cial por­que quie­nes menos han con­tri­bui­do al cam­bio cli­má­ti­co se están vien­do des­pro­por­cio­na­da­men­te afec­ta­dos”, afir­ma Adi­ti Mukher­ji, una de las 93 auto­ras de este Infor­me de Sín­te­sis.

Por lo tan­to, la res­pon­sa­bi­li­dad de actuar recae en quie­nes poseen los recur­sos y los medios finan­cie­ros para ini­ciar la gran trans­for­ma­ción. Requie­re un esfuer­zo colec­ti­vo y una revi­sión del sis­te­ma que deben enca­be­zar las nacio­nes indus­tria­li­za­das. El Secre­ta­rio Gene­ral de la ONU, Antó­nio Gute­rres, decla­ró que ​“los paí­ses ricos deben inten­tar alcan­zar cero emi­sio­nes netas de gases de efec­to inver­na­de­ro has­ta 2040 y no has­ta 2050″, como pro­me­tie­ron. Tam­bién pidió que se deje de finan­ciar inme­dia­ta­men­te la extrac­ción de carbón.

El momento de sanar el planeta es ahora.

Como escri­bió la poe­ti­sa Rupi Kaur,

“Mira lo que han hecho
la tie­rra llo­ró a la luna
me han con­ver­ti­do en un mora­tón ente­ro
- ver­de y azul”.

Hemos mal­tra­ta­do y magu­lla­do aque­llo que nos sus­ten­ta, dejan­do a nues­tro paso cica­tri­ces de extrac­ción que ali­men­tan nues­tra sed de bene­fi­cios y nues­tro mio­pe con­su­mo exce­si­vo. Mien­tras estos bene­fi­cios aca­ban en los bol­si­llos de unos pocos, millo­nes de per­so­nas se enfren­tan ya a una cri­sis exis­ten­cial si segui­mos como has­ta aho­ra. Nues­tro uso insos­te­ni­ble de la ener­gía, la tie­rra y los recur­sos, nues­tras opcio­nes de esti­lo de vida y nues­tros mode­los de (sobre)consumo y pro­duc­ción, espe­cial­men­te en el Nor­te, nos han lle­va­do a una encru­ci­ja­da existencial.

La indus­tria de la moda debe ren­dir cuen­tas y replan­tear­se y refor­mar sus estruc­tu­ras actua­les, que pro­mue­ven el con­su­mo y la pro­duc­ción exce­si­vos a cos­ta de las per­so­nas y el pla­ne­ta. El infor­me del Hot or Cool Ins­ti­tu­te publi­ca­do a prin­ci­pios de este año ofre­cía datos cuan­ti­fi­ca­bles que demos­tra­ban que las emi­sio­nes indu­ci­das por la moda del 20% más rico de los paí­ses del G20 son 20 veces supe­rio­res a las del 20% más pobre. Según este aná­li­sis, el 20% más rico del Rei­no Uni­do debe redu­cir su hue­lla de con­su­mo de moda en un 83% para alcan­zar el obje­ti­vo de 1,5 gra­dos del Acuer­do de París. Según su infor­me, cada indi­vi­duo pue­de com­prar cin­co artícu­los nue­vos al año y man­te­ner­se den­tro de los lími­tes pla­ne­ta­rios. Tene­mos que rede­fi­nir per­so­nal­men­te la sufi­cien­cia, cen­trán­do­nos en lo que nece­si­ta­mos fren­te a lo que que­re­mos, exi­gien­do que las empre­sas que impul­san la moda rápi­da y fre­né­ti­ca recons­tru­yan sus mode­los de nego­cio con el bien­es­tar del pla­ne­ta en el cen­tro. La legis­la­ción tie­ne que impo­ner lo que el mer­ca­do libre, impul­sa­do por los bene­fi­cios, es inca­paz de controlar.

El cli­ma, los eco­sis­te­mas y las socie­da­des de la Tie­rra están inter­co­nec­ta­dos, y los efec­tos de su des­es­ta­bi­li­za­ción van más allá de nues­tra com­pren­sión. Mien­tras que la rege­ne­ra­ción apla­za­da ya no es una opción, la solu­ción resi­de en un desa­rro­llo resis­ten­te al cli­ma. Sin embar­go, cada vez es más difí­cil con­se­guir­lo con cada aumen­to del calen­ta­mien­to global.