
27 noviembre 2023
¿Hasta qué punto es sostenible el poliéster?
- Plásticos
La compleja realidad de la lana: Sostenibilidad y confort
La lana es una pieza clave de la confección, un tejido con un encanto atemporal y unas ventajas incomparables. Durante siglos, los seres humanos han participado en la antigua tradición de la recogida de la lana. Esta práctica puede ofrecer importantes ventajas medioambientales, además de fomentar un vínculo considerado y respetuoso con los animales de granja. Sus cualidades intrínsecas la han convertido en un tejido imprescindible para la comodidad y el estilo. La lana tiene una versatilidad constante, ya que ofrece calor en la estación fría y transpirabilidad en verano. El atractivo de la lana es verdaderamente universal, ya que es la fibra animal más utilizada y constituye el 1,3% de todas las fibras textiles del mundo.
La lana suele considerarse uno de los materiales textiles con mayor impacto ambiental, ya que supuestamente contribuye de forma significativa al calentamiento global, según fuentes como el Índice de Higg. A qué se debe la considerable huella ecológica de la lana?
La cría de ovejas, parte esencial de la producción de lana, requiere amplios pastos para que los animales tengan suficiente espacio para pastar. Este aspecto influye considerablemente en la utilización global de la tierra. Según el Ministerio de Medio Ambiente, Alimentación y Agricultura del Reino Unido, se calcula que se necesitan 2.278 hectáreas de tierra para producir una sola tonelada de lana, en claro contraste con la escasa hectárea necesaria para una cantidad equivalente de algodón. En consecuencia, la necesidad relativamente mayor de tierras agrícolas para la lana es cada vez más notable en un mundo en el que el espacio cultivable es cada vez más preciado.
Al mismo tiempo, las prácticas holísticas y extensivas de pastoreo de ovejas ofrecen una serie de beneficios medioambientales inmediatos y de largo alcance. Si se gestiona de forma responsable, el pastoreo puede mejorar la salud del suelo al favorecer la aireación y el ciclo de los nutrientes. En Alemania se proclama que las ovejas tienen “el paso de oro”, ya que potencian la fertilidad del suelo al tiempo que aumentan su capacidad de capturar carbono, compensando así las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, el pastoreo controlado contribuye a aumentar la biodiversidad, evitando que una sola especie vegetal domine el paisaje y permitiendo que florezca un ecosistema más variado. Este enfoque holístico de la gestión de la tierra también puede ayudar a controlar las especies invasoras y reducir el riesgo de incendios forestales al mantener la vegetación bajo control. En esencia, el pastoreo ovino sostenible es una práctica ecológica que armoniza la productividad agrícola con el bienestar ecológico.
En cuanto al uso de la tierra, los paisajes pastoriles donde pastan las ovejas no suelen ser aptos para otras actividades agrícolas, por lo que la producción de lana es un uso natural de estos espacios. A medida que nos adentramos en una era cada vez más centrada en el uso eficiente de los recursos, resulta esencial promover el pastoreo como una simbiosis de regeneración medioambiental y valiosos ingresos para las comunidades locales. Un estudio publicado en 2022 y realizado en el País Vasco demostró que “los beneficios de la pastoreo extensivo de ovejas lecheras en la zona de investigación incluyen la producción de alimentos saludables y de alta calidad, así como múltiples beneficios ecológicos, como la conservación de la biodiversidad. El pastoreo extensivo de ovejas lecheras contribuye al desarrollo rural al generar empleo e ingresos en tierras marginales de baja productividad que pueden soportar pocas alternativas económicas.” (Fuente: Agronomy for Sustainable Development)
Un enfoque multifuncional que combina la cría de ovejas para la producción de leche y la de lana que permite optimizar el uso de las materias primas y reducir al mismo tiempo la huella medioambiental global.
Si bien las ovejas, las cabras y las alpacas son conocidas por emitir metano, un potente gas de efecto invernadero, es importante destacar que esto forma parte de una ecuación ecológica compleja. En promedio, una oveja emite aproximadamente 30 litros de metano al día. En Nueva Zelanda, por ejemplo, la población de ovejas representa el 90% de las emisiones de metano del país. Sin embargo, es importante recordar que el impacto del metano, aunque es 25 veces más fuerte que el del CO2 en términos de su efecto invernadero, se ve mitigado por el hecho de que el CO2 se produce en volúmenes mucho mayores. Para aclarar: el metano es un gas de efecto invernadero más potente que el dióxido de carbono (CO2), de hecho, su capacidad para atrapar calor en la atmósfera es 25 veces mayor que la del CO2. Sin embargo, la cantidad total de CO2 liberada en la atmósfera es mucho más significativa que la cantidad de metano. Debido a este mayor volumen, el CO2 sigue representando una amenaza más sustancial para el calentamiento global, aunque molécula por molécula, el metano sea más eficaz en la retención de calor.
Además, el estiércol de los animales emite óxido nitroso, un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento global significativamente mayor que el CO2. Sin embargo, las innovaciones en la alimentación animal y los incentivos para prácticas agrícolas sostenibles que equilibren la productividad agrícola con la responsabilidad ambiental pueden reducir drásticamente estas emisiones.
Los avances en los procesos de limpieza de la lana están reduciendo la dependencia de productos químicos. Con variedades de ovejas como el Merino, se requiere menos cantidad de productos químicos, lo que resulta en un menor impacto ambiental en comparación con otras fibras animales como la alpaca.
La lana de alpaca requiere un régimen químico más sustancial para su purificación. Específicamente, el tratamiento de la lana de alpaca resulta en la liberación de productos químicos en el agua que puede ser hasta catorce veces mayor que el de la lana de oveja convencional. No obstante, los avances continuos en prácticas sostenibles a nivel escalable indican que los procesos de producción respetuosos con el medio ambiente son alternativas realistas.
Las innovaciones circulares en sistemas de reciclaje de agua logran una reducción impresionante de las aguas residuales, capturando el agua utilizada para su filtración y posterior reutilización. Además, detergentes de origen vegetal y limpiadores enzimáticos están reemplazando a los productos químicos agresivos en entornos industriales, asegurando procesos de limpieza efectivos y respetuosos con el medio ambiente.
Se está llevando a cabo una investigación adicional en la “química verde”, centrándose en agentes de limpieza que se biodegradan fácilmente. Estudios exitosos han aplicado el dióxido de carbono supercrítico como un proceso de limpieza sin agua, reduciendo el consumo de energía y evitando la liberación de sustancias tóxicas.
Métodos alternativos que evitan los productos químicos, como la limpieza por ultrasonido, que emplea ondas sonoras para eliminar impurezas, se están explorando cada vez más como sustitutos más sostenibles de los procesos tradicionales intensivos en productos químicos.
Estos avances tecnológicos podrían beneficiar a las lanas como la de alpaca, que tradicionalmente requiere un tratamiento químico más intensivo.
La lana, especialmente la variedad suave de merino de Australia y Nueva Zelanda, es muy apreciada en los países occidentales. Sin embargo, su producción ha sido objeto de escrutinio debido a varios escándalos que revelan condiciones no óptimas para las ovejas involucradas. Muchos consumidores deben ser conscientes sobre las preocupaciones éticas asociadas con su compra.
Las ovejas merinas han sido criadas selectivamente para aumentar la superficie de su piel y maximizar la producción de lana, lo que se traduce en un exceso de pliegues cutáneos. Desgraciadamente, esto las hace más susceptibles al miasis, una enfermedad en la que larvas parasitarias infestan los pliegues calientes de la piel. Es un asesino silencioso, a menudo irreconocible hasta que el animal está a punto de morir. Es especialmente problemática en zonas de clima subtropical y templado, como Australia y Nueva Zelanda. Para mitigarla, algunos ganaderos recurren a la controvertida práctica del mulesing, en la que se extirpan porciones de la piel de la oveja sin anestesia para disuadir a las larvas.
El “mulesing” es una medida angustiosa, aunque protectora, para las ovejas, que ha surgido involuntariamente debido a la reproducción extensiva y a la gestión a gran escala de los rebaños. En Australia, el rebaño medio de ovejas cuenta con unos 2.500 animales. Por tanto, los rebaños más pequeños y gestionados con más atención fomentan intrínsecamente condiciones dignas para cada animal y evitarían el mulesing. Sin embargo, la demanda de lana barata suele someter a los ganaderos a presiones financieras que dificultan la adopción de prácticas más respetuosas con los animales.
Una alternativa más humana al mulesing, pero que requiere mucha mano de obra, es la inspección frecuente de los animales y la aplicación de insecticidas. Este método requiere automáticamente más mano de obra, por lo que resulta poco práctico para las explotaciones ovinas industriales o a gran escala. La mayor parte de la lana utilizada en la confección procede de Nueva Zelanda y Australia, donde hay unos 70 millones de ovejas distribuidas en explotaciones extensivas. Los limitados recursos de mano de obra impiden a los ganaderos optar por esta técnica más respetuosa con los animales.
Aunque la agricultura ecológica no garantiza automáticamente el bienestar de los animales, ofrece ventajas sobre los métodos convencionales. En los entornos ecológicos, las ovejas se alimentan con piensos orgánicos y disfrutan de condiciones de vida más espaciosas gracias a las cuotas de densidad animal impuestas. Así pues, la agricultura ecológica representa un enfoque más consciente del bienestar animal que las explotaciones ganaderas industrializadas.
En resumen, el enfoque más sostenible de la ganadería ovina es el pastoreo a pequeña escala, multifuncional y con gran cantidad de mano de obra, que incluya la producción de leche, carne, lana y la conservación del paisaje. En nuestras actuales estructuras globalizadas y orientadas a la obtención de beneficios, un enfoque de este tipo supone un reto enorme desde el punto de vista de la escalabilidad.
A pesar de la reciente caída de la producción mundial de lana, impulsada por la preocupación por la rentabilidad y una competencia a la baja, hay noticias alentadoras: las alternativas sostenibles están ganando cuota de mercado. Esta tendencia positiva indica un compromiso creciente con métodos de producción de lana más responsables.
La norma Responsible Wool Standard (RWS) describe los criterios centrados en el bienestar animal que deben cumplir las explotaciones de lana. Patagonia inició la certificación RWS tras varios escándalos destapados por PETA en relación con una granja de ovejas argentina. Hoy, otras grandes marcas como H&M y C&A también se han sumado a la iniciativa.
En 2018, la etiqueta Responsible Wool Standard (RWS) honraba productos de lana de 278 granjas certificadas de seis países. Sudáfrica encabezaba la lista con 133 granjas, seguida de Uruguay con 69, Argentina con 39, Australia con 31, Nueva Zelanda con 5 y Estados Unidos con una sola granja. Aunque alentador, cabe señalar que la lana certificada por RWS representa actualmente menos del 1% de la producción mundial total de lana.
Tras la introducción en 2016 de la Norma de Lana Responsable (RWS), han surgido otras iniciativas con un enfoque similar. En 2019 se crearon la Responsible Mohair Standard (RMS) y la Responsible Cashmere Round Table (RCRT) para ampliar las normas de bienestar animal a las cabras de angora y cachemira. Actualmente, el 3% de toda la producción de cachemira en Mongolia cumple con la certificación de sostenibilidad, lo que marca un avance positivo.
En Nueva Zelanda, la etiqueta QZ cumple una función similar a la del Responsible Wool Standard (Estándar de Lana Responsable), estableciendo criterios para garantizar una producción de lana sostenible y humanitaria. Al igual que la RWS, la etiqueta QZ representa aproximadamente el 1% de la producción mundial de lana. En los dos últimos años, la iniciativa QZ ha invertido 1,6 millones de dólares neozelandeses en investigación y desarrollo, lo que supone un gran avance, sobre todo si se tiene en cuenta que Nueva Zelanda es uno de los principales productores de lana de oveja en masa, sólo superado por Australia.
A pesar de la aparición de etiquetas ecológicas como las citadas, la complejidad de las largas cadenas de suministro actuales, dominadas por numerosos intermediarios, hace difícil garantizar plenamente la producción ética y la trazabilidad de la lana en una prenda.
Además, preocupa la accesibilidad de estas certificaciones para las marcas más pequeñas y los ganaderos de ovino, que pueden carecer de recursos financieros para la certificación a pesar de practicar un cuidado ético de los animales. Aunque las etiquetas son un paso adelante, no son la panacea para los problemas de bienestar animal.
Una solución más sólida podría consistir en simplificar las cadenas de suministro, reducir el número de intermediarios y fomentar las relaciones directas con los productores de lana para aumentar la transparencia en el sector.
¿Sabía que hay varios tipos de lana, además de la clásica lana de oveja? Una de las más destacadas es la lana merina, derivada de la oveja merina. Esta lana es especialmente apreciada por sus fibras ultrafinas, que dan como resultado prendas excepcionalmente suaves. En general, cuanto más finas son las fibras, más suave es el producto final.
Sin embargo, la lana merina tiene un precio más elevado. La naturaleza más fina de las fibras requiere un periodo de crecimiento más largo para la lana en comparación con otras razas ovinas. Además, se necesitan más fibras para crear la misma prenda. Además, la naturaleza intrincada de tejidos como la lana merina requiere un proceso de producción más laborioso.
La lana de alpaca es conocida por su suavidad excepcional, incluso superior a la de la lana merina. Procedente principalmente de Sudamérica, sobre todo de Perú, Bolivia, Argentina y Chile, la lana de alpaca ofrece una resistencia superior y es siete veces más calurosa que la lana de oveja. Es una opción ideal para quienes son especialmente sensibles al frío.
Además, la lana de alpaca es una alternativa hipoalergénica para los alérgicos a la lanolina, una cera natural que producen las ovejas para repeler el agua y la suciedad.
Esta lujosa fibra no procede de las ovejas, sino de las cabras, que se encuentran principalmente en Mongolia, China, India y Pakistán. Estas cabras tienen una suave capa interna que mudan anualmente. Sin embargo, el rendimiento por cabra es relativamente bajo: la capa interna sólo pesa unos 150 gramos. En comparación, la oveja media produce 3 kg de lana al año, y las alpacas hasta 5 kg. Por ello, la escasez de cachemira contribuye a su elevado precio.
Al igual que la cachemira, el mohair procede de las cabras, en este caso de las cabras de Angora. No hay que confundirlas con los conejos de Angora. La mayor parte del mohair del mundo se produce en Sudáfrica. El mohair incorpora la capa interna y la capa externa, lo que confiere a la lana una textura única y esponjosa.
Nota: estas cifras se han extraído del MSI de Higg. Un índice que actualmente es objeto de críticas por su inexactitud. Tenga cuidado al comparar los materiales mencionados entre sí.
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