30 septiembre 2024
21 diseñadores de bolsos atemporales que nos encantan
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La industria de la moda es líder en violaciones de los derechos humanos y abusos medioambientales.
En este artículo te contamos algunas de las barbaridades que suceden en distintos puntos de la cadena de confección de las prendas que vestimos a diario, qué se esconde detrás de la deslocalización de las fábricas textiles y cómo viven las personas que han tocado tu ropa antes de que esta llegue a ti, ya que, aunque no nos guste, solo sabiendo la verdad podremos hacer que las cosas cambien.
1. Un cultivo que mata
El cultivo de algodón es uno de los cultivos más contaminantes del planeta, el 25% del total de pesticidas utilizados en el mundo se usa en este cultivo, y entre ellos, se encuentran algunos de los más peligrosos para el ser humano. Causando así, graves enfermedades no solo a los granjeros y trabajadores de los campos, sino a todas las comunidades que viven cerca de esos terrenos.
2. Con trabajo infantil
Los niños son muy solicitados en estos campos por lo que llaman, sus “dedos ligeros”, muy preciados por los granjeros, tanto a la hora de recolectar como de polinizar manualmente las plantas transgénicas. Se trata de trabajos manuales, de largas horas bajo el sol y de contacto directo con plantas transgénicas y pesticidas de muy alta toxicidad.
3. O lo toman, o lo dejan
En países como Bangladesh, China o Turquía, no faltan fábricas que puedan hacer el trabajo. Al contrario, la competencia es enorme y de eso saben aprovecharse las multinacionales. Ese es el trato, les presentan un trabajo, un pedido de x número de prendas, y una deadline, o fecha de entrega, junto con un presupuesto que generalmente queda muy lejos de poder cubrir el salario “mínimo” de las personas que llevarán a cabo el trabajo. Y así de fácil, o lo toman, o lo dejan. Para las fábricas dejarlo no es una opción, ya que se quedarían sin trabajo y futuros encargos. Así que firman el contrato con todas sus condiciones.
4. Jornadas infinitas sin voz ni voto
De esta forma, de la noche a la mañana tienen un pedido estratosférico con fecha de vencimiento a cumplir sin posibilidad de demora. Las jornadas laborales se alargan todo lo necesario para poder entregar los paquetes a tiempo. Todas y cada una de las empleadas está obligada a trabajar las horas requeridas, ya sean 14 o 16 horas diarias, muchas veces, a puerta cerrada. No hay opción, solo importa llegar a tiempo, y así, asegurarse un próximo pedido.
5. Sueldos que no cubren mínimos
Los salarios de la mayoría de empleadas de estas fábricas no llegan a 80 euros al mes. Estamos hablando de menos de 4 euros al día, por jornadas que con demasiada frecuencia superan las 10 horas diarias. Es verdad que en esos países el coste de vida es más barato, pero ese sueldo queda lejos de ser suficiente para poder cubrir las necesidades más básicas, lo cual tiene consecuencias muy serias para ellas y sus familias.
6. Ciclo de la pobreza y familias rotas
Niños solos, no escolarizados, niños trabajando y pidiendo limosna en la calle. La retroalimentación del ciclo de la pobreza. El dinero que llega a casa no es suficiente para pagar la educación de sus hijos, ropa para ellos, comida para todos. Muchas familias se ven obligadas a enviar a sus hijos de vuelta a su pueblo natal, en zonas rurales, donde éstos vivirán con sus abuelos hasta que tengan edad para trabajar, y viéndolos solo un par de veces al año. Creando así, la nueva generación de empleados, que cada vez empiezan más jóvenes.
7. Tintando la región
Hoy en día todas las prendas pasan por un proceso de tintado, que no solo pone en peligro la vida de los trabajadores, también la de los ecosistemas del entorno. Las fábricas vierten miles de productos tóxicos en forma de líquido. Estos tintes resisten la luz, las altas temperaturas, el lavado, los detergentes y convierten las aguas de los ríos de los alrededores en el color predilecto de la colección de esa temporada, y en sustancias altamente contaminadas y muy peligrosas. A menudo los locales, sin ninguna otra fuente de agua de la que abastecerse, la usan para beber o como agua de riego para los cultivos.
Abusos ambientales generalizados, violaciones de los derechos humanos más básicos, todo ello para poder vestir aquí a la moda, y pagando lo menos posible. Y es que si no lo pagamos nosotros, hay alguien detrás que sí que lo está pagando, y a precios muy caros.
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